Arte y Espectáculos

“‘El funeral de los objetos’ habla de nosotros”: charla con Nicolás Manasseri, actor y director de la obra

Entre la humanización de los objetos y la deshumanización de los sujetos, la obra de la compañía de artes escénicas Phepandu ofrece, en clave de comedia, una propuesta de teatro musical para divertirse, reconocerse y reflexionar.

¿Qué relación entablamos con los objetos? ¿Por qué no podemos desprendernos de ciertos objetos? ¿Los objetos nos definen? ¿Nos sentimos obligados a llenar ciertas faltas a través de objetos? ¿Humanizamos objetos? ¿Nos tratamos, las personas, como objetos?

“El funeral de los objetos”, obra que viene con excelente repercusión del off porteño, expone, en clave de comedia y con herramientas del teatro físico y teatro musical, estas y otras preguntas que transitan -desde lo más concreto y sencillo hasta lo más simbólico y profundo- cuestiones en las que, de una u otra manera, todos podemos sentirnos identificados.

La propuesta forma parte de la oferta teatral de la temporada marplatense y sube a escena todos los sábados y domingos de enero en la sala Melany (San Luis 1750), con posibilidades de continuar durante febrero.

“Es una obra muy divertida”, definieron los artistas de esta historia creada por Nicolás Manasseri y Fer Provenzano, directores de la Compañía de Artes Escénicas Phepandu. En ella, actúan junto a Eugenia Fernández, Estefanía Alati, Ignacio Zabala, Martina Alonso, Matías Zajic y Rafael Escalante, acompañados por el piano de Camila Suero.

Además de abordar con humor y amabilidad cuestiones primarias o problemáticas profundas de sujetos reconocibles, la puesta busca que haya en el espectador una rápida asociación: la cosa no va solo de objetos.

“Mas allá de que las relaciones de los personajes con sus objetos está un poco exagerada, se trata de personas que tienen puesto en ese objeto un trauma, un recuerdo, un mandato, una frustración grande y, de alguna forma, llegan a que también nosotros somos objetos, porque nos tratamos, por momentos, como objetos”, lo que genera una dinámica entre “la deshumanización de las personas y la humanización de los objetos”.

“Los personajes atraviesan una soledad que necesita humanizar los objetos y, por otro lado, está esto de la falta que se nos impone como algo a llenar. Muchas veces, como sujetos viviendo en este hipercapitalismo, dejamos que ese lugar de la falta lo ocupe la obtención de cosas, de bienes materiales”, definió Manasseri en una charla con LA CAPITAL. Y se preguntó: “¿Tiene sentido tanto tiempo malgastado, tanto amor desperdiciado? Porque en el fondo los objetos nos constituyen, estén o no”.

“Me parece que el éxito de la obra radica en que la gente se siente muy identificada, que habla mucho de nosotros desde un punto de vista amigable y a la vez nos hace reflexionar en el sentido de ver cuán solos estamos o cuánto más tenemos que tener una relación un poco más sana, no sé si con los objetos, pero sí con el otro”.

Con guiños al teatro dentro del teatro y al trabajo en cooperativa, habla de la idealización de un amor, la incapacidad de cambiar un rumbo imposible, de animarnos a que los secretos y mandatos familiares no nos definan, a sobreponernos a las frustraciones, a mirar y que nos vean.

“Está la idea del desapego con el duelo, que lleva en el funeral a esta no diferenciación ente objeto y sujeto”, señaló Manasseri, quien reflexionó que las capas de la obra hacen que “haya funciones en las que la gente no para de reírse y otras que son más reflexivas, oscuras. En el equipo sabemos que la obra son las dos. Ambas están bien”.

En ese marco, varias de las escenas arrancan con una acción en proceso y hay importante cantidad de coreografías y texto cantado, con una precisa puesta de luces y sonido, y una exigencia física bastante intensa.

“Con Phenandu, venimos realizando muchas obras más dramáticas en las que hay una exigencia física grande. Esta vez queríamos llevar eso a algo que tenga parte dramática, pero llevado a una comedia y nos parecía que era interesante plantear, de entrada, un código actoral para poder ejecutarla de un modo artístico interesante y que haya una actuación potente, que no lleve a una mera obra de terapia. Queríamos encontrar un código más cercano a la comedia del arte con musical, por eso es teatro musical”, estableció.

Manasseri definió a Phenandu como “una cooperativa con producción”. “Trabajamos de manera autogestionada y llevamos adelante desde la fotografía, hasta el código actoral y coreografías, buscando lograr un producto profesional, con nuestra impronta y que podamos sorprender”, indicó. De todas formas, la mecánica de trabajo hace que “requiere tener un grupo de gente dispuesta no solamente a actuar, sino a realizar algunas actividades que hacen a la obra como el armado y desarmado de escenografía, cuestiones que, a lo mejor, en el teatro comercial están más ligadas a un rubro técnico”.

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